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El arte de dormir la siesta

La siesta, además de brindar descanso y aliviar tensiones, permite que el organismo se renueve física y mentalmente para terminar el día con energía.

Es una calurosa tarde de verano y acaba de fina­lizar un agradable almuerzo con los amigos. Lo único que ahora te apetece es echarte un ratito a disfrutar de una buena siesta. Sin embargo, las responsabilidades laborales te impiden esa ansiada cabeceada. Es una lástima que no puedas disfrutar de las grandes ventajas que proporciona la siesta.

Aunque suene extraño, dormir la siesta no es sinónimo de pereza, sino que tiene una clara función terapéutica: evita el estrés, mejora el rendimiento laboral y aporta energía para unas ocho o diez horas de acción. Ya lo decía el gran esta­dista británico Winston Churchill, quien nunca renunció a la tregua de la sobremesa ni siquiera en plena guerra: Hay que dormir en algún punto entre el almuerzo y la cena. Y hay que hacerlo a pierna suelta. Es lo que yo siempre hago, y así soy capaz de rendir más y mejor. Disfruto de dos días en uno, o al menos de un día y medio".Con la agitada vida moderna, la siesta está prácticamente olvidada. Hoy, la mayoría de las personas no puede darse el lujo de echarse un sueño después de comer. Y para quienes lo hacen, la siesta rara vez va más allá de los quince minutos.

Hay que convertirla en hábito

Las virtudes de la siesta son cada vez más reconocidas por todo el mundo. Tanto japoneses como americanos - tan laboriosos y avanzados - están tomando conciencia de los beneficios de una reparadora siesta que compense el ritmo frenético de la sociedad industrial. Los estudios demuestran que el sueño a ple­no sol no es un pecado imperdonable, sino una impostergable terapia contra el estrés, muy recomendable para reforzar el sistema inmunológico, mejorar el rendimiento, evitar los accidentes laborales, etc.

 

El Dr. James Maas, de la Universidad de Cornell, es el más convencido defensor de una buena siesta. Desde hace varios años instruye a em­presarios y empleados sobre los efectos benéficos del power nap, que puede traducirse como la "poderosa siesta". Según el Dr. Maas, cada vez se ven más reducidas nuestras horas de sueño noc­turno que casi tendrían que imponernos la cabeceadita de la tarde. En los Estados Unidos sus ideas ya han sido acogidas por prestigiosas empresas como Levis Strauss, Ben & Jerry y la re­vista Macworld, en cuyas instalaciones se han destinado ambientes para los nap lounges, con reconfortantes sofás donde descansan por igual tanto jefes como empleados. Por su parte, Gerald Celente, director del Instituto de Tendencias de Rhine- beck, quien ya vaticina el irresistible ascenso del verbo "siestear" como contrapunto al aceleramiento sin límites de la sociedad, afirma que en el futuro la gente entenderá que la siesta es un há­bito saludable y no una señal de pereza. Reivindiquemos entonces la siesta como un paréntesis a la dura jornada laboral. Y si estamos de vacaciones, como un placer añadido a la feliz estancia veraniega.

 

Una siesta reparadora

Muchas personas se quejan de que la siesta les sienta mal porque se levantan atontadas, con el cuerpo adormecido y la mente confusa. Esto se debe a que no conocen que el secreto de la siesta reparadora radica en la brevedad. Un descanso de quince o hasta treinta minutos (hay quien tiene suficiente con cinco minutos) asegura mantener la mente des­pejada y el cuerpo en condiciones para estar activo durante horas. Si el descan­so se prolonga, se corre el riego de en­trar en fases más profundas del sueño, con lo que al despertarnos, el cuerpo no sabe si ha hecho una siesta larga o una noche corta. Además de ello, las siestas de más de media hora suelen provo­car dolores de cabeza, irritación, falta de concentración, alteraciones de la memoria e, incluso, insomnio a la hora de acostarse. Por lo antes dicho, no resulta conveniente meterse a la cama para tomar la siesta después de comer. Lo más recomendable es tumbarse en un sofá o en una hamaca, con las ventanas abiertas o mejor aún al aire libre bajo la sombra de un árbol, y dejar que durante unos minutos el cuerpo se abandone a la agradable sensación de no tener nada que hacer y a la mente en nada que pensar. Solo basta cerrar los ojos y dejar que el cuerpo y la mente se relajen.

 

¿Por qué da sueño después de comer?

La necesidad - a veces incontrolable- de relajación que sentimos después de la comida está estrechamente ligada al descenso energético que sufre el organismo después de comer. Ello tiene una explicación fisiológica: el tubo digestivo necesita un mayor aporte de energía para cumplir con el proceso de digestión, así que los músculos, la piel e incluso el cerebro quedan en segundo plano, y las actividades nerviosas, respi­ratorias y circulatorias se ven alteradas por el menor aporte de sangre. Por eso es casi imposible terminar una comida sin sentir ganas de tumbarse a des­cansar. ¡Imaginemos la labor que tendrá el cuerpo después de una comida pesada o copiosa!

“La siesta tiene como objetivo equilibrar las funciones físicas y mentales, y mantener con energía nuestro organismo.”

 

Escucha tu reloj biológico

Dormir y descansar forma parte de los ritmos de la naturaleza, como los ritmos del sol y la luna. Nuestro reloj corporal interno depende igualmente de estos ciclos. Es él quien nos marca la necesidad de breves descansos. No tiene mucho sentido entonces tomar­se un café después de comer para "despejarnos". No hay por qué interferir la necesidad de relajación que tiene nuestro organismo enmascarando la relajación muscular y cerebral al consu­mir sustancias excitantes. Si bien puede resultar efectivo al principio, al cabo de unas horas, el rendimiento físico e intelectual desciende y cada vez se hacen necesarias más bebidas estimulantes para mantenerse activo.

La siesta, por el contrario, tiene como objetivo equilibrar las funciones físicas y mentales, colaborando con nuestro organismo, no luchando contra él.

Claro está que una cosa es descan­sar unos minutos para no interferir el proceso digestivo y otra muy distinta enlentecer la digestión al dormir dema­siado tiempo.  En ese sentido, hay un modo de saber cuánto es el tiempo necesario para de­dicarse al placer de la siesta sin quedar atontado: escuchando el reloj biológico que todos llevamos dentro. Eso explica por qué para algunas personas es sufi­ciente cerrar los ojos sentados en una silla para reponer energías, mientras otras necesitan tumbarse treinta mi­nutos en un sofá. En todo caso, con la frecuencia es posible descubrir nuestro propio ritmo para así beneficiarnos de todas las ventajas de la siesta. 

 

¿Quieres saber si necesitas dormir más?

El Dr. James Maas, autor de “El poder de la siesta”, elaboró el siguiente test para saber si necesitamos más descanso.  Si respondes positivamente a más de tres preguntas, necesitas mejorar tu calidad de sueño.

 

  • Necesitas un despertador para levantarte.

  • Das vueltas en la cama más de diez minutos antes de levan­tarte por las mañanas.

  • Te siente cansado, irritable o estresado durante el día.

  • Tienes problemas para concen­trarte.

  • Te quedas dormido(a) viendo televisión.

  • Te quedas dormido(a) después de una comida pesada.

  • Sufres pérdidas frecuentes de memoria.

  • Te quedas adormilado después de la cena.

  • Te duermes instantáneamente a los cinco minutos de meter­te en la cama.

  • Te sientes somnoliento durante el día.

  •  Te quedas dormido(a) mientras viajas en el autobús.

  • Te levantas tarde los fines de semana.

  • Te es imprescindible echar una siesta para llegar al final del día.

  • Tienes ojeras alrededor de los ojos.

 

La siesta ideal

  • Atiende a tu reloj biológico. Siguiendo la norma de una siesta corta, escucha lo que te pide tu propio reloj corporal.

  • Una ayuda para la digestión. Dormir la siesta facilita el proceso de la digestión, ya que el cuerpo solo debe preocuparse por cumplir esta misión. Esta debe ser corta. Al cuerpo le bastan 15 o 30 minutos para reponer fuerzas. Más allá de ese tiempo, corres el riesgo de levantarte “atontado” y aún más cansado.

  • No te metas en la cama. Un sofá o una hamaca son lo más indicado para un descanso breve.

  • Procura ser regular. Si dispones de tiempo, practícala a diario. Duerme en el mismo lugar y en la misma postura.

  • Con las ventanas abiertas o al aire libre. Así favoreces la oxigenación du­rante la siesta.

  • Que nadie te interrumpa. Asegúrate de ello, así no estarás en estado de alerta.

  • Sucumbe a la tentación. No confundas siesta con pereza. Un descanso reparador es estimulante para mantener el biorritmo.

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