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La deshidratación en el verano

La deshidratación es considerada como una patología originada por un nivel bajo de líquidos y que suele presentarse con mayor frecuencia en bebés y niños debido a que su cuerpo presenta un mayor contenido de agua que el de los adultos. En los ancianos también es más probable debido a que tienen dificultad para retener el agua y menos capacidad para sentir sed.

En el verano tanto los niños como los ancianos están más expuestos a la deshidratación y la pérdida de líquidos debido a la diarrea ocasionada por agentes externos.

El cuerpo absorbe el agua y las sales que necesita el organismo, lo que se denomina “absorción”, y lo hace a través de las bebidas y alimentos. Cuando pierde agua y sales, lo que se denomina “excreción”, lo hace a través de las heces, el vómito, la orina y el sudor. En condiciones normales el agua y las sales se reabsorben y pasan a la sangre, pero si existe una alteración del metabolismo del agua corporal, disminuye el líquido intracelular acompañado de una perdida de las sustancias disueltas como son el potasio, el magnesio y ciertas proteínas que son responsables de la deshidratación.

En una deshidratación simple, que puede darse normalmente por una actividad física en la que perdemos agua y sales a través del sudor, el síntoma normal es la sed. En la deshidratación severa hay síntomas como somnolencia, apatía, delirio y hasta alucinaciones. La piel se torna seca así como los labios y la lengua. La temperatura suele elevarse. Hay taquicardia, hipertensión arterial y el sistema vascular puede colapsar. A nivel sanguíneo se incrementan los niveles de sodio y cloro plasmáticos.

Las causas más comunes de la deshidratación son los cuadros de diarrea ya que el agua y las sales pasan lentamente a la sangre o no pasan en absoluto. Las heces contienen gran cantidad de agua y de sales mucho mayor que la normal. Cuanto más frecuentes sean las deposiciones, mayor será la pérdida de agua y de sal. El vómito o el sudor excesivos también pueden causar deshidratación.

Ya que la población infantil es la más expuesta, en niños de 12 a 18 meses se debe observar el área de la fontanela, la zona blanda en la parte superior de la cabeza también llamada comúnmente mollera. Si está hundida, es un signo de deshidratación. Otra manera de determinar la deshidratación es pellizcar la piel del abdomen, con excepción de los niños obesos o gravemente malnutridos. Si hay deshidratación, el pliegue formado por el pellizco en la piel se mantendrá por varios segundos. En un lactante debe tomarse la temperatura rectal ya que es posible que la fiebre no sea evidente. En estos últimos, la lactancia es un factor sumamente importante para evitar la deshidratación.

La terapia más común para el tratamiento de la deshidratación es la rehidratación oral. Sin embargo más importante es la prevención. Por ello se debe tomar más agua en verano para compensar la pérdida de sudor, evitar hacer ejercicios en una hora donde la temperatura es demasiado elevada, vestir ropa ligera o de textura fresca, comer alimentos ricos en líquidos como las frutas de estación.

Si la deshidratación es severa, debe acudir inmediatamente a un centro de atención médica.

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